Aquella tarde la ventana se quedó entreabierta, en un descuido alguien olvido que él dormía placidamente a pocos metros.
El día había sido caluroso y la suave brisa de aquella tarde de verano traía el bullicio de la calle cercana, de los niños y mayores que compartían juegos.
Ella, se coló de manera furtiva arrastrada por la curiosidad. No puedo evitar dejarse seducir por el quicio de aquella ventana entreabierta, el deseo de conocer un mundo diferente al suyo fue más fuerte que el miedo a quedar atrapada. Con paso sigiloso penetró en aquel universo privado y cerrado que era solo de él.
Despacio se acercó a su cabeza ramplona y poco poblada aún de cabellos que merecieran ese nombre, comenzó a enredar con ellos, mientras él, respiraba tranquilo esbozando una sonrisa tímida al sentirse querido sin saber muy el porque de aquellas caricias hasta ahora desconocidas.
En un descuido de ella, tropezó, irremisiblemente se vio atraída hacía su boca, con un suspiro de él, cayó, cayó, cayó a lo más profundo de aquel otro ser, así fue como paso que cuando él se despertó aquella tarde de sus sueños vespertinos, lo primero que le dijo a su madre fue: ¡¡¡¡ORNITORRINCOOOOOOOO !!!!
La sonrisa en la cara de su madre fue posterior a la extrañeza, él acaba de decir su primera palabra, curiosa al menos, pero en definitiva, su primera palabra.
Ella sonriso para sí de nuevo al recobrar la libertad desde el quicio de la ventana, se alejó de él haciendo una cabriola, mientras, él la saludaba con la manita, repitiendo mil veces más aquellos fantásticos sonidos que acaba de descubrir ... las palabras habían comenzando a llenar su joven mente, un viaje alucinante acaba de comenzar, él y ella, lo acaban de descubrir.
A Martín, ahora que su cabecita se está llenando cada día de nuevas palabras.