En pocas ocasiones sucede, pero a veces ocurre que el rinconuco de las palabras se llena de tinieblas, de sombras alargadas y fantasmagóricas.
Cuando la oscuridad se cierne sobre este lugar imaginado, el rencor, sin género de dudas, andará cerca, probablemente entró furtivo de la mano del miedo, que con su mano helada lo va paralizando todo.
Las palabras ante su sola presencia pierden toda su ligereza y gracilidad, se vuelven torpes, pesadas como piedras, cambian su faz para mostrarse hurañas y desconfiadas.
Lo peor de estos terribles momentos no es la extraña fealdad de las palabras, impropia de su verdadera naturaleza, sino el dolor que causan al ser lanzadas sin misericordia, cuando son usadas con el ánimo de dañar, al contrario de lo que es su verdadero ser, su verdadera naturaleza, expresar lo bello del mundo sea este real o imaginario.
Cuando la oscuridad se cierne sobre este lugar imaginado, el rencor, sin género de dudas, andará cerca, probablemente entró furtivo de la mano del miedo, que con su mano helada lo va paralizando todo.
Las palabras ante su sola presencia pierden toda su ligereza y gracilidad, se vuelven torpes, pesadas como piedras, cambian su faz para mostrarse hurañas y desconfiadas.
Lo peor de estos terribles momentos no es la extraña fealdad de las palabras, impropia de su verdadera naturaleza, sino el dolor que causan al ser lanzadas sin misericordia, cuando son usadas con el ánimo de dañar, al contrario de lo que es su verdadero ser, su verdadera naturaleza, expresar lo bello del mundo sea este real o imaginario.
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